08 julio 2008

"En la presunta imperfección de un gesto suele ocultarse el estilo más visceral y exclusivo de cada uno", supone Luis Gruss, periodista, escritor y maravilloso docente universitario.

Aquí, link a su texto Aprendí a ser y a su sitio Campo Grupal

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08 marzo 2008

Informe publicado en la revista Acción nro. 994 de la primera quincena de enero de 2008. Lamentablemente el sitio de la revista no mantiene el archivo online, pero de casualidad lo encontré en este site de rosario.

Tendencias y nuevas tecnologías
OJOS QUE TE VEN

(Por Gabriel Gil, ANC-UTPBA).- "Siempre los ojos que nos contemplaban y la voz que nos envolvía. Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo”, escribía en su diario Winston Smith, protagonista de 1984, la reconocida novela de George Orwell que a fines de los 40 anticipaba un orden social instituido por un Gran Hermano que todo lo controlaba y sabía.

Hoy, casi sesenta años después, las predicciones orwellianas parecen cumplidas: todo se ve, todo se sabe. Excepto que no se trata de un solo Gran Hermano. Ni de dos, ni de cien. Hoy los grandes hermanos del siglo XXI son aquellos que tienen acceso a las nuevas tecnologías, aquellos que observan y son observados como parte de una época en la que los límites que separan la intimidad de la exposición se redefinen permanentemente.

“Se dan los dos fenómenos contradictorios de manera simultánea”, explica el sociólogo Mariano Zukerfeld, docente de la cátedra de Informática y Relaciones Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y autor del libro Disonancias del capital. “Una persona que controla cuando es jefe en una oficina luego se expone ante la cámara de seguridad de su edificio. Hay un ida y vuelta, un espiral permanente entre roles”.

Sonría, lo estamos filmando

Luego de los atentados terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, a la Estación de Atocha en Madrid en 2004 y al metro de Londres en 2005 –conocidos como 11-S, 11-M y 7-J respectivamente–, se registró un importante avance en el control de los gobiernos sobre sus habitantes en nombre de la seguridad nacional.

Las principales ciudades del mundo se llenaron de circuitos cerrados de cámaras, tanto en lugares públicos como privados: un ciudadano londinense, por ejemplo, es filmado unas 300 veces al día. En Gran Bretaña, después del atentado, el número de cámaras instaladas creció hasta los 4,2 millones. Una cada 14 habitantes. O el 10% de las que existen en el planeta.
Asimismo, en el marco de las denominadas leyes antiterrorismo, se otorgaron facultades especiales a fuerzas de seguridad y organismos de inteligencia para que registren todo tipo de datos personales –desde transacciones financieras hasta los libros solicitados en una biblioteca– de ciudadanos, turistas e incluso de quienes navegan por Internet, estén o no sospechados de tener vínculos con el terrorismo.

Cámaras, teléfonos celulares, tarjetas de crédito, computadoras, sitios y búsquedas online, el correo tradicional y los emails se convierten así en elementos con un doble uso social y fiscalizador, que permite obtener información de potencial importancia para la seguridad de la sociedad pero también hábitos de consumo propios de cada individuo.

El debate sobre el derecho a la intimidad, cada vez más vulnerado por las diferentes formas de vigilancia tecnológica operadas por los Estados y las empresas, ha dado origen a nuevas normas sobre protección de datos.

El derecho al control de la información sobre uno mismo se incorporó hace más de tres décadas a la Constitución de Portugal, país pionero en la materia, que ya en 1976 establecía que “todos los ciudadanos tienen derecho a tomar conocimiento de todo aquello que les concierna y se halle en registros informáticos y de la finalidad para la cual se destinan las informaciones”. En la Argentina, en el año 2000 se dictó la ley 25.326, cuyo objeto es “la protección integral de los datos personales asentados en archivos, registros, bancos de datos” para garantizar “el derecho al honor y a la intimidad de las personas”. La norma reglamenta también el recurso de habeas data, una acción de amparo que pueden interponer los ciudadanos para tomar conocimiento de los datos personales propios que figuran en registros públicos o privados y en caso de falsedad o discriminación, exigir su supresión, rectificación, confidencialidad o actualización.

Según la socióloga Susana Finquelievich, investigadora del Conicet y directora del Programa de Investigaciones sobre la Sociedad de la Información, no se trata solamente “del control por cuestiones de seguridad. Están también los tipos de control ‘marketinero’, para saber quiénes somos como consumidores. Se busca que todos nuestros gustos sean conocidos para ofrecernos qué podemos consumir al respecto. Las tecnologías han posibilitado y multiplicado ese control. Pero también se han vuelto inmanejables: muchos de nosotros no sabemos qué herramientas están siendo utilizadas para esto ni cómo hacer para contrarrestarlo”, explica.

Así, la presencia de las cámaras en un banco, en un comercio o en un edificio, los riesgos de intromisión que existen a través de Internet o la posibilidad de ser rastreados mediante el celular, se han naturalizado con el tiempo. “La gente está acostumbrada, lo ha incorporado a su vida –dice Finquelievich–, se lo olvida de vez en cuando, porque si no sería imposible vivir con la conciencia de una vigilancia continua”.

Te veo para que me veas

Fotologs, blogs, el reciente twitter, videos caseros publicados en YouTube, el resurgimiento del chat de la mano de los mensajeros instantáneos, son parte de otro fenómeno propio del uso de las nuevas tecnologías que se ubica en las antípodas del control social y comercial: mirar y ser mirado como modo de expresión, de relacionarse y de pertenecer.

“Hay chicos que se animan a expresar ciertas cosas de determinada manera mientras chatean o en el fotolog del amigo, del rival o de la chica que les gusta, más que si están en presencia física de esa persona”, señala la licenciada Patricia Alvarez, psicóloga, profesora adjunta de la cátedra de Psicopedagogía Clínica de la Facultad de Psicología de la UBA y directora del proyecto de investigación Nuevas Tecnologías: compromiso psíquico y producción simbólica de UBACyT.

“El fenómeno está muy arraigado en los jóvenes y adolescentes, pero no es exclusivo de ellos –aclara–. Yo no me animaría a generalizar: hay chicos a los que el uso de las nuevas tecnologías les habilita cosas que de otra manera estarían más inhibidos y chicos a los que no”.

Lucas Torresi es ingeniero y vive actualmente en Camboya. En 2003, antes partir de Rosario, creó un blog llamado Un rosarino en Vietnam con la idea de mantenerse en contacto con familiares y amigos. “A los pocos días me di cuenta de que lo visitaba otra gente y que muchos estaban interesados en ver cómo era la vida por estos lados, así que preferí limitarme a contar mis experiencias, anécdotas, mostrar algunos lugares, pero menos de mi vida privada”, explica.

Según Technorati, el Google de la blogosfera, hay actualmente 111,7 millones de blogs en el mundo que “suben” más de 250 millones de páginas con contenido a la red. Fotolog, líder mundial en servicios de fotoblogs, declara en su página principal tener 12.573.574 miembros de más de 200 países con un total 344.889.125 fotografías alojadas.

El hecho de ser gratuitos, sumado a la posibilidad de que los navegantes pueden dejar comentarios –que los responsables de cada sitio eligen aceptar o eliminar–, y a la opción de visitar los blogs o fotologs de los amigos de los amigos, transforman a estas bitácoras virtuales en herramientas sociales que permiten, además de mostrarse, construir verdaderas redes y comunidades online.

“Es una exposición limitada, no es que siempre están abiertos a todo el mundo –describe Finquelievich–. Y, salvo porque es electrónica, no difiere de la que se da cara a cara: en los grupos adolescentes hay mucha exposición personal ya sea real o imaginaria, y todo lo que no se dice generalmente en los marcos familiares sí se dice en el grupo”.

Zukerfeld agrega que “en Internet, a diferencia de la televisión, donde hay un único emisor y múltiples receptores que reciben un único mensaje, el emisor es permanentemente receptor y el receptor es emisor. Se da un cambio en los roles permanente”. Así, esta lógica propia de la red de redes se ha trasladado y modificado a la manera en que las audiencias se relacionan con los programas de televisión. El caso más representativo es el de los denominados reality shows y el auge del televoto, donde el observador influye con su decisión sobre los contenidos que consume.

A pesar de que estos tipos de programa podrían ser considerados previos a las nuevas tecnologías de la información –a fines de la década del 40 los recursos tecnológicos ya estaban disponibles, tal como señala Finquelievich–, resulta imposible dejar de reconocer que desde hace una década se explotan con éxito en todo el mundo diferentes formatos basados en la curiosidad que genera en el público la observación de la vida privada de los demás.

Si bien las versiones argentinas de los realities aún se consideran “suaves”, en otros países, como Holanda, cuna del formato, los participantes han sido exhibidos mientras mantenían relaciones sexuales, consumían drogas o incluso, en una de las versiones del Gran Hermano holandés, dando a luz en vivo.

Intercambio de roles

No existe una clara brecha entre los roles de observador y observado. El límite entre uno y otro se redefine de manera permanente y muchas veces, según el uso que se haga del mismo recurso tecnológico en diferentes situaciones a lo largo del día. Así, quien es observado por una cámara de seguridad puede convertirse en observador de imágenes generadas por una webcam con tan sólo pasar de un ámbito social a otro.

“El caso prototípico es el del teletrabajador, la persona que trabaja en un call center, que tiene el máximo nivel de control en su labor y que cuando sale y va a su casa, ejerce el control a través del televoto en el programa de Tinelli”, explica Zukerfeld. “Eso no quiere decir que todos tengan el mismo poder. El teletrabajador, obviamente, no tiene el mismo poder que el que lo controla ni que Tinelli”, aclara.

Pero así como la brecha entre roles es difusa y cambiante, tampoco es posible definir con claridad la línea que separa los conceptos de bien individual y de bien social, de lo privado y lo público.

“Las nuevas tecnologías nos están haciendo entrar a una nueva etapa constitutiva del capitalismo”, señala Zukerfeld. “Todas las categorías de la era industrial están en jaque, y una de ellas es la tensión individuo-sociedad”. Los derechos individuales, agrega, son “un invento del capitalismo, y hoy la privacidad pone en juego su relación con el bien social de una manera distinta a lo que ocurría antes. Las reglas jurídicas actuales funcionan para un auto, una fábrica o un terreno, pero no para estos bienes informacionales”

Gabriel Gil

Publicado en: Revista Acción del IMFC nro. 994, primera quincena de 2008.
Fuente: http://www.satvrosario.org.ar/web/tendencias.htm


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01 febrero 2008

Entrevista a Wendy Guerra


Entrevista que le realicé a la escritora y poeta cubana Wendy Guerra y que fue publicada en el nro. 4 de La Crujía Revista, correspondiente al mes de diciembre de 2006.

La verdad es que vi la nota citada en varios blogs, por lo que me pareció que lo más lógico era postearla aquí también. Espero que sea de vuestro agrado.


Ganadora del I Premio de Novela Editorial Bruguera por su libro en prosa Todos se van, Wendy Guerra es considerada como una de los mejores poetas cubanas de la generación de 1970. En Todos se van, describe con rasgos de relato autobiográfico la vida cotidiana de la Cuba de la década del 80 a través de los diarios de la infancia y de la adolescencia de una niña llamada Nieve. Nacida hace 36 años, también publicó Platea a oscuras –premio 13 de Marzo de la Universidad de La Habana en 1987–, Cabeza rapada –premio Pinos Nuevos en 1996– y Posar desnuda en La Habana. Diario apócrifo de Anaïs Nin. Actualmente vive en el barrio Miramar de la capital cubana y colabora con diversas publicaciones que allí se editan.Durante su visita a la Argentina, la escritora y poeta recibió a la revista La Crujía para conversar acerca del rol de los diarios, de Cuba, del abandono, de la soledad y de su presente y futuro dentro de la literatura latinoamericana.



Elegiste comenzar tu libro con una frase del Diario de Anna Frank. ¿Qué comparte Anna con Nieve, la protagonista de tu novela?

El dolor. Creo que ese abandono de los niños en medio de procesos históricos complejos, diversos, muy distintos. El de Anna Frank fue un contexto muy distinto. Pero sí el tema de que los padres estén ocupados en sobrevivir al sistema y los niños estén como aparte, escribiendo en la soledad. Más allá de cualquier sistema político, los niños piensan por sí mismos, por sí mismos actúan. Es lo que compartiría. La soledad, la pertenencia a un diario.

¿Cuánto del abandono que describís es autobiográfico y cuánto tomaste prestado de otras personas?

Yo digo que es como una columna vertebral. Luego fui pidiendo a amigas que me narraran historias. Otras estaban trenzadas también en la historia mía, porque estaban en mis propios diarios de infancia cosas que me con Nieve dice: “Nosotros vivimos entre lo prohibido y lo obligatorio”.

Dentro de ese ambiente, ¿el arte es la única vía de escape hacia el placer de lo individual?

No es la única vía de escape, pero ha sido una vía de escape, como en todas las revoluciones del mundo. El arte ha sido la vanguardia ideológica Entrevista: taban mis amigas. Las fui protegiendo porque a los que confiesan cosas no tengo por qué delatarlos, aunque sean personales y no tengan que ver con la política. Es la política de la persona, su política de discreción. Y me interesaba muchísimo adquirir esas otras historias para conformar una especie de Frankenstein que hablara de una revelación de una generación que no había sido nombrada. Creo que tampoco en la Europa del Este hay un libro así, sobre estos años, donde un niño hable. He estado buscando muchísimo un referente para hacer una especie de comparación, pero no, realmente no lo veo. Estoy loca por encontrarlo. Debe haber en China o en Corea. Hay que buscar.

¿Qué te dio la escritura y que te quitó?

La intimidad me quitó. Porque quise, además. Y me dio una familia de gente que está conmigo leyéndome. de la revolución. De hecho, no nos olvidemos que Fidel es un intelectual. Estudió en la Facultad de Derecho, y ahí en la facultad hay arte. Muchos de los intelectuales cubanos hicieron todo lo que se llama la ideología de un país, de una nación, de una república. Desde el intelecto. Yo creo que las naciones parten de su cultura, de su médula en el pensamiento y a partir de eso se forman, se afianzan sus características como nación. No es Cuba la única. Ahora los cubanos que estamos escribiendo nos basamos en detalles de la vida privada, antes era como muy grande, como muy social. Ahora es más personal, más intimista.

¿Existe la posibilidad de que Nieve escriba su “Diario de adulta” sobre una Cuba sin Fidel Castro?

Depende si él está o no. Si no está lo tendré que hacer. No puedo esperar a que reencarne para seguir escribiendo. La gente seguirá haciendo el amor, queriéndose, matándose. Viviendo. Hay una Cuba con y una Cuba sin, hubo una Cuba sin y hay una con, y habrá una sin. La vida seguirá.

¿Hay una Nieve sin?

Y habrá una Cuba sin Nieve, porque me moriré y no estaré. Y dejaré escrito el final en el último capítulo del libro. Tendré que escribirlo ya, no sé qué pasa con los aviones (ríe).

¿Te considerás una documentadora de la vida cubana?

No me ha quedado otra. Todo el mundo que ha desertado lo ha contado luego. Contarlo desde adentro me parece bien interesante. Además, las editoriales casi nunca pueden comprar cosas de adentro, porque no las conocen. Entonces, yo, que tengo esta posibilidad, aprovecho para que más personas sepan, para difundir lo que está pasando.

¿Temés que tu libro sea censurado en tu país?

No. No vamos a ir hacia atrás, vamos hacia adelante. Si me sucede, me sorprendería. No estoy preparada para eso. Estoy preparada para que no se pueda editar ahora. Pero sí en cinco o diez años.

¿Tenés terminado el sucesor de Todos se van?
No, está en proceso. Pero bueno, están los diarios. Yo escribo diarios y poemas. No sé escribir más nada. Si me enseñan... (bromea).

¿Qué es lo próximo que querés?
Alcanzar. Quiero leer. Quiero leer mucho. Quiero leer para poder escribir. Quiero tener mucho tiempo para leer. Estoy muy atrasada en la lectura. He estado mucho tiempo detenida en los libros míos, en mis cosas. Quiero ponerme al día. Quiero leer diarios. Diarios de viajes, diarios de campañas, diarios de gente de Asia, de otros mundos, para comparar, para trabajar. Quiero ponerme al día con lectura. Quiero escribir mucho. Pero sobre todo leer a los demás, escuchar a los demás, cosa que me cuesta trabajo.

Nieve cuenta que no podía caerse en la calle porque nadie respondería por ella, que era fuerte porque estaba sola. ¿Realmente creés que la soledad fortalece?

Fortalece mucho. Cuando eres positivo. La compañía es muy debilitante cuando es negativa. Cuando es positiva fortalece mucho. Tengo amigas que están casadas con seres estúpidos, que las han debilitado muchísimo. Y amigos también. Son malas compañías. Mi madre fue una mujer muy solitaria y eso la hizo refl exionar mucho y maduró muchísimo. Justo después murió de Alzheimer. La soledad, cuando es interesante, cuando es una soledad profunda y de verdad valiente, es una soledad intensa. Hay gente que está sola, en las cárceles, aislada, y escriben y piensan y se elevan. Bueno, por eso se hacen los claustros, para estar solo contigo mismo. El problema es aprender a estar solo con uno mismo. Que es lo difícil. Incluso para mí.

Fuiste alumna de Gabriel García Márquez en un curso sobre cómo contar un cuento...

Aprendí mucho de él, es un gran hacedor de escritores. Es una persona que de la nada saca una historia, de la nada saca un escritor, de la nada saca algo. Es un mago. No es un escritor, es un brujo. Es embriagador el trabajo con él.

Tenés el reconocimiento de consagradas personalidades de la literatura como García Márquez, Carmen Balcells o Eduardo Mendoza. ¿Te imaginás como una de las grandes escritoras latinoamericanas de los próximos años?

No, para nada. Hay muchos escritores grandes en Latinoamérica. Se tienen que morir tantos y van a quedar vivos, porque son escritores y nunca mueren. Además, yo soy una escritora menor, porque los escritores de diarios nunca hacen obras épicas. Es la épica de la vida, de la gente más pequeñita.

¿Te imaginás como una escritora de diarios?

Como una poeta. Y los poetas somos pobres.

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08 enero 2008

Entrevista a Nelson Castro

Entrevista que le realicé al periodista Nelson Castro y que fue publicada en el nro. 2 de La Crujía Revista, correspondiente al mes de septiembre de 2006.

La verdad es que vi la nota citada en varios blogs e incluso en alguna gacetilla, por lo que me pareció que lo más lógico era postearla aquí también. Espero que sea de vuestro agrado.


A los 51 años, es reconocido por sus colegas y el público como uno de los periodistas más respetados y confiables de la Argentina. Conduce los programas Puntos de vista (Radio Del Plata), El juego limpio (TN) y Lo que el viento no se llevó (Radio Nacional Clásica). Desde septiembre de 2005 se desempeña como ombudsman –defensor de lectores– del diario Perfil y en noviembre de ese año publicó el libro Enfermos de poder, que trata los conflictos entre el poder y la salud a partir del análisis del caso de 10 presidentes argentinos. Premiado por su destacada labor tanto en el ámbito internacional –New York Festivals y Rey de España– como en el ámbito local –Martín Fierro, Konex, Broadcasting, entre otros–, Nelson Castro demuestra día a día que es posible ser ético y exitoso, aun trabajando para diferentes empresas periodísticas. Referencia obligada en materia de periodismo, la revista La Crujía lo entrevistó para conocer su visión sobre el presente y el futuro de la profesión en la Argentina.


En una encuesta realizada por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), Ud. fue elegido por sus colegas como el periodista más prestigioso del país. ¿Este reconocimiento implica simplemente un halago o es además una responsabilidad?

No, son las dos cosas. Por supuesto que es un halago que yo siempre agradezco. Siempre el reconocimiento de los pares en cualquier profesión, mucho más del público, constituye uno de los objetivos que uno tiene en su profesión. Pero es una responsabilidad, por supuesto. Yo esto lo tomo como tal para seguir adelante con mi trabajo y sobre todo con mi involucramiento (remarca lentamente la palabra) en el espinoso tema de la defensa de las libertades, de la libertad de prensa para los periodistas, que es un tema muy problemático no solamente en la Argentina sino en el mundo.

En diferentes entrevistas Ud. contó que la vocación por la medicina y el periodismo era algo que tenía desde muy chico...

Así es, desde los 12 años. La vocación de médico surgió a los 12 años y la vocación de periodista a los 13. Yo iba a un colegio católico, Nuestra Señora de Luján, y allí teníamos un periódico escolar, y la verdad es que cuando me convocaron para trabajar de periodista enseguida me gustó. Realmente sentí que esa era una vocación que yo también tenía.

¿Y cómo fue llevando el desarrollo de ambas vocaciones?

Lo llevé muy bien hasta el año 94. El hecho de la notoriedad que empecé a tener en los medios hizo que la profesión médica se viera muy contaminada por eso. Y por lo tanto tuve que dejarla, porque yo notaba que la gente venía a ver al médico que estaba trabajando en radio y televisión, y eso generaba una demanda mucho mayor que no era totalmente genuina. Muchas veces me tocaba ver pacientes que estaban en manos de muy buenos colegas, muy bien tratados y a los cuales yo no tenía ninguna cosa diferente para decirles y que venían a mí por el hecho de que yo era conocido. Era un elemento contaminante que me generaba un problema ético que iba a ser más grave aún con el correr del tiempo. Por ende, ahí me di cuenta de que tenía que dejar la práctica de la medicina... lamentablemente...

Respecto de su labor actual como ombudsman del diario Perfil, ¿no le da miedo quedar en una posición de auditor o censor de sus colegas?

No, porque esa es mi función, así que no es que me da miedo, esa es la función. A mí me interesa mucho ser auditor. Soy efectivamente quien en representación de los lectores atiende los reclamos, con lo que significa eso como exigencia de transparencia para el diario. Entonces, mi función de auditor está basada en lo que los lectores opinan. La verdad es que es una tarea que yo creo que crecientemente se va a imponer en los medios de todo el mundo y que a mí me resulta fascinante porque hace a la transparencia periodística. Eso está muy claro, desde el principio quedó muy claro para todo el staff del diario. También soy un referente de transparencia para la gente que trabaja en el diario, por eso el conflicto sindical que tuvo Perfil lo conté yo. La página del ombudsman fue para que también los trabajadores del diario hagan escuchar su voz frente a los lectores, para que ellos explicaran cuál era el problema que tenían. Así que también ellos descubrieron lo que daba esa posición intermedia. Porquen si bien a mí me contrata el diario, yo soy independiente del staff de redacción y del staff editorial: tengo opinión propia y eso me da independencia. Y el ombudsman tiene peso cuando puede trabajar con total independencia. Yo estoy muy contento con eso y debo reconocer honestamente la buena actitud de Fontevecchia y la gente de Perfil de allanarse al peso que significa tener un ombudsman con la dinámica que yo le doy a este cargo.

Para ocupar ese cargo, ¿la condición elemental que debe que tener el ombudsman es la trayectoria?

La trayectoria pesa en cuanto a lo que, obviamente, podés generar, por eso tiene importancia y yo lo vivo como una responsabilidad. En general quien es el ombudsman es un periodista muy respetado, tanto por la comunidad periodística como por la gente. Entonces vos tenés un denominador común: sos un referente confiable para todos. Esa es la importancia de decir no cualquiera puede ocupar ese cargo, si es que lo va a ocupar en toda la dimensión y peso que tiene dentro del diario. Y el peso es enorme.

Ian Mayes, ombudsman de The Guardian, señaló que de los más de 20 mil medios de comunicación del mundo, sólo 80 tienen un defensor del lector. ¿Ud. cree que las empresas periodísticas se resisten a admitir ante el público que cometen “errores”?

Sí, por supuesto. Es una decisión empresarial de mucho peso también. No es casual que sean pocos los medios que tienen ombudsman. Incluso es una actitud del medio de mucha apertura, para lo cual tiene que tener una posición autocrítica muy fuerte. No todos tienen esa posición.

De uno a diez: ¿qué calificación le pondría al estado de la libertad de expresión en la Argentina?

En términos generales le pondría entre seis y siete.

¿Es el peor momento desde 1983?

No, ha habido malos momentos. Con el menemismo hubo malos momentos. Con (Raúl) Alfonsín también hubo cosas malas. Un momento ideal no hubo. Por supuesto que siempre se vive cada momento como el más duro, pero el menemismo fue también muy duro. Y el alfonsinismo también fue duro, con la prensa, con los medios en manos del Estado y demás. Nunca logramos el ideal en Argentina. Por supuesto que estamos mejor que durante la dictadura, eso es indiscutible, pero nunca nos acercamos al ideal.

¿Y al interior del país que nota le corresponde?

Peor, es peor. Yo le pondría una calificación deficitaria, porque ahí el peso del poder político sobre los medios se sufre mucho más. Y esto abarca todas las corrientes políticas: desde (Jorge) Sobisch hasta (Juan Carlos) Romero, (Alberto) Rodríguez Saá, etc. Es un problema cultural de mucha dirigencia política que hoy tenemos en la Argentina.

Jugando con el título de su libro, algunos integrantes del Gobierno ¿están enfermos de poder?

Como todos. Kirchner es un enfermo de poder (remarca el de) y del poder. Como la mayoría de los políticos en la Argentina y en el mundo. El poder produce una transmutación de la persona, que se desespera por ese poder y ata su vida a ese poder.

Respecto de la situación de presión que tuvo en la radio, ¿volvió a recibir llamadas por parte de algún ministro u otro integrante del Gobierno?

Nunca tuve ninguna llamada. Sé que hicieron conocer a algunas autoridades de la radio el enojo que tenían tanto con (Jorge) Lanata como conmigo. Yo no recibí ninguna llamada, y además no atiendo llamadas de ningún funcionario.

¿De ninguno?
Yo no atiendo a ningún funcionario en privado. No atiendo absolutamente a ningún funcionario.

Ud. ha logrado mantener su independencia –y coherencia– como periodista trabajando en medios tan distintos como TN (grupo Clarín), diario Perfil (editorial Perfil) o Radio del Plata (Marcelo Tinelli). ¿Cree que podría manejarse con la misma libertad si no fuera Nelson Castro?
Por supuesto que el ser Nelson Castro hoy me garantiza la libertad que tengo en cualquier medio. El problema que yo tengo es qué les pasa a los que no son Nelson Castro, o uno de los otros nombres del periodismo, Magdalena (Ruiz Guiñazú), (Jorge) Lanata, (Horacio) Verbitsky, (Santo) Biasatti o (Joaquín) Morales Solá. Veo con mucha preocupación lo que viene para las próximas generaciones porque por supuesto que para llegar a ser un nombre uno necesita tiempo y hoy ese tiempo los chicos no lo tienen.

¿Y si no tuviera esta libertad?

Sin esta libertad sería muy difícil trabajar y seguramente... no sé si hubiera seguido trabajando de periodista.

¿Le han sugerido que trate o que deje de tratar algún tema?

Solamente dos veces y dije que no y seguí trabajando. Reconozco que tuve suerte. Hubo dos veces que pasó y dije: “Mire, yo no voy a firmar esto, por esto y por esto... y Uds. tienen derecho a ejercer esa opinión editorialmente”. Y lo entendieron. Siempre lo tomo como un estímulo para la gente joven para decir que hay que intentar por lo menos defender la posición de uno, hay que intentarlo. Después puede ocurrir que sea que sí o que no. Con esto no me considero con autoridad para ser juez de nadie. Yo lo intenté. Lo importante es que lo haya intentado.

Hoy en los medios, ¿se privilegia el entretenimiento sobre la información?

En algunas cosas sí, en otras no. Hoy, de todas maneras, muchas veces tenés que adecuar el contenido a lo que son los mensajes. (Marshall) McLuhan decía el medio es el mensaje. Hoy el ritmo de los medios es diferente a hace 30 años. Yo hoy hago un programa distinto al que hacía hace 10 años. Con el mismo contenido. La adaptación a los lenguajes creo que forma parte de una dinámica que tenemos que considerar.

¿Y esta adaptación justifica que se flexibilicen principios?

No, son dos cosas distintas. Vos podés adaptar y decir hoy un informe que antes te lo hacía en 10 minutos lo hago en 3. Tenés que ser mucho más riguroso en ver qué hacés. Tenés que reelaborar todos esos elementos pero con la misma premisa para que en esos 3 minutos estén presentes los 4 o 5 elementos fundamentales. Esto requiere una experiencia muy fuerte, implica capacitación, talento, pero de ninguna manera justifica una flexibilización.

Ud. contó que la mayoría de las normas y principios que aplica los incorporó a través de la beca del World Press Institute que realizó en medios de los Estados Unidos. En la Argentina, a nivel principios, ¿hay una falla en la formación profesional o en la formación general de los periodistas?

Bueno, se dan las dos cosas. Hay a veces una falla de formación profesional. La sociedad argentina tiene una laxitud para con los principios, y esto también cuenta. Es una combinación, y los medios, muchas veces, no son excesivamente cuidadosos de las normas. Así que es un cóctel. Por eso yo trabajo mucho, esto se lo transmito a los chicos y lo vivo mucho y lo expongo mucho, no para hacer una cuestión de vanidades sino para demostrar que los principios constituyen un elemento esencial en cuanto a la honestidad intelectual con la cual se hace periodismo.

¿Qué opinión le merece el tema de los periodistas, incluso del diario Perfil, que viajaron a Finlandia a visitar la planta de la empresa Botnia?

Yo lo critiqué porque ahí se violó un principio ético del diario, que fue que se viajó pagado por Botnia. No era malo que hubieran viajado; cuando yo quiero hacer una nota voy a hacerla a Botnia y demás. De ninguna manera es aceptable viajar pagado por la empresa sujeto de la nota y de la polémica. Eso es éticamente innecesario.

¿No merece un debate la posición de muchos periodistas que justifican que es la única manera que tienen de realizar la nota?

Por supuesto que merece un debate, y por supuesto que no comparto esa posición, porque obviamente la empresa puede usarlo. Y entonces, como yo le decía a alguien: “Bueno, pero entonces supongamos que no escribo a favor”; no importa, porque a lo mejor la empresa disfraza con vos a otros tres que sí les pagó y vos quedás en lo mismo. Son casos que en general en los países sajones esto no se acepta. Y yo tampoco lo acepto. Yo soy crítico y por eso hice ese nota crítica en Perfil.

¿Hoy se está transitando hacia una hiper profesionalización o hacia una precarización de la labor del periodista?

A veces bajo una hiper profesionalización lo que se disfraza es una precarización. Hay mucha precarización de la profesión. Y me preocupa mucho. Es increíble la paradoja: hoy casi todos los chicos egresan de universidades. Sin embargo, el nivel de preparación técnica y de conocimiento que tienen es en muchos casos horrible después de haber pasado cinco años por la universidad. Eso me preocupa enormemente. Yo lo que veo es que la base es muy floja. Eso genera todo un tema de quienes estudian periodismo... a mí me ha pasado muchas veces de estar en una facultad de periodismo donde los chicos no leen el diario. ¿Qué clase de periodistas vamos a formar?¿Cómo una facultad ha tomado durante 4 años a un alumno que no leyó el diario?. Estos son pilares que faltan y que por supuesto generan una endeblez en muchos profesionales que a mí me asusta.

¿En el contexto actual podría darse un caso como el de Judith Miller –periodista del New York Times que se negó a revelar sus fuentes ante la Justicia de los Estados Unidos– o como el de José Luis Cabezas?

(Piensa) Sí. Ese temor existe, pero no de ahora. Desde hace mucho tiempo. Te recuerdo que en la década del 90 el menemismo impulsó la llamada ley mordaza, que asemejaba los delitos de la prensa con el homicidio. Así que no es nuevo. Este peligro viene existiendo desde hace muchos años...

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