31 marzo 2010

Gravita el alba

En la mañana tus ojos te miran, quieren reconocer el alma
con cara de querer saber un poco más, gravita el alba.
Que muestra una ciudad con casas de verdad donde descansas para tu bien.

Y esperará, dará una vuelta más sin mí.
Me llevará dormido en su rincón de luz.
Y llorará sobre el dibujo que hizo fiel, que ama.

Francisco Bochatón del albúm La tranquilidad después de la paliza.

Escuchar Gravita el alba

Seguir leyendo...

De la palabra a la acción

Y un 31 de marzo dejé de estudiar periodismo. Quizás sea que es necesario dejar de pensar para empezar a ser. Tal vez hoy sea necesario dejar la teoría y pasar a la acción...

Seguir leyendo...

10 marzo 2010

Despertar en Itacaré

A veces el reloj biológico necesita de un despertador que lo saque del letargo, que rompa con la sinfonía monótona de la civilización, de la barbarie urbana.
En la jungla de cemento, duele sentir cómo el cuerpo involuciona, oyendo más a un aparato de mp3 que a la fisiológica voz de lo instintivo, de lo elemental.

Pero hay otras junglas. Y otros tiempos, que no están marcados por la rutina ni la vorágine. Hay otros ritmos, donde no es necesario correr sino dejarse llevar y sentir.
Allí, donde el río es vida y no el telón de fondo de un restaurant, donde la naturaleza salvaje y voluptuosa se deja acariciar pero no dominar, el tiempo tal como lo conocemos carece de sentido.

Ya no es necesario encontrar 15 minutos en la agenda para reír. No hay que asistir a cursos de teatro ni a psicólogos en búsqueda del niño interior. El cuerpo late, baila, duele, estalla, se estira y comprime con toda naturalidad, retomando una huella instintiva de millones de años. Se vive con la piel, los ojos, las manos, la boca. Los sentidos se desintoxican, se sacuden las capas de óxido civilizado de encima y lo elemental aflora. Y las voces son música. Y la sonrisa es un reflejo que se mezcla entre colores y un olor espeso que todo lo invade.

Allí, en el escenario de la selva, la vida se improvisa libremente. Se profesa con pasión el aquí y ahora. Las personas aman, odian, gritan, ríen, lloran, cogen, crecen, mueren. Y no hay gestos de protocolo. Y no hay que hacerse el tiempo para. Todo sucede allí, en ese instante que se vive como se siente.

Y de cara al empedrado, las casas y los corazones están abiertos para recibir lo que vendrá. Y los abrazos dan bienvenidas y dicen hasta luego, nunca adiós. Y entrada la noche, cuando el calor ofrece una tregua, todos se mezclan en la calle donde las voces, los cuerpos y las cervezas se suceden hasta la madrugada.

En estas junglas la gente duerme relajada entre sueños y mosquiteros. Sin miedo. No se preocupan por el día siguiente. La experiencia de su instinto les da certeza de que el sol y el reloj biológico los despertará justo cuándo la función comience otra vez...


* Escrito para El Fuego de Prometeo - http://elfuegodeprometeo-blusery.blogspot.com

Seguir leyendo...