08 marzo 2008

Informe publicado en la revista Acción nro. 994 de la primera quincena de enero de 2008. Lamentablemente el sitio de la revista no mantiene el archivo online, pero de casualidad lo encontré en este site de rosario.

Tendencias y nuevas tecnologías
OJOS QUE TE VEN

(Por Gabriel Gil, ANC-UTPBA).- "Siempre los ojos que nos contemplaban y la voz que nos envolvía. Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo”, escribía en su diario Winston Smith, protagonista de 1984, la reconocida novela de George Orwell que a fines de los 40 anticipaba un orden social instituido por un Gran Hermano que todo lo controlaba y sabía.

Hoy, casi sesenta años después, las predicciones orwellianas parecen cumplidas: todo se ve, todo se sabe. Excepto que no se trata de un solo Gran Hermano. Ni de dos, ni de cien. Hoy los grandes hermanos del siglo XXI son aquellos que tienen acceso a las nuevas tecnologías, aquellos que observan y son observados como parte de una época en la que los límites que separan la intimidad de la exposición se redefinen permanentemente.

“Se dan los dos fenómenos contradictorios de manera simultánea”, explica el sociólogo Mariano Zukerfeld, docente de la cátedra de Informática y Relaciones Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y autor del libro Disonancias del capital. “Una persona que controla cuando es jefe en una oficina luego se expone ante la cámara de seguridad de su edificio. Hay un ida y vuelta, un espiral permanente entre roles”.

Sonría, lo estamos filmando

Luego de los atentados terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, a la Estación de Atocha en Madrid en 2004 y al metro de Londres en 2005 –conocidos como 11-S, 11-M y 7-J respectivamente–, se registró un importante avance en el control de los gobiernos sobre sus habitantes en nombre de la seguridad nacional.

Las principales ciudades del mundo se llenaron de circuitos cerrados de cámaras, tanto en lugares públicos como privados: un ciudadano londinense, por ejemplo, es filmado unas 300 veces al día. En Gran Bretaña, después del atentado, el número de cámaras instaladas creció hasta los 4,2 millones. Una cada 14 habitantes. O el 10% de las que existen en el planeta.
Asimismo, en el marco de las denominadas leyes antiterrorismo, se otorgaron facultades especiales a fuerzas de seguridad y organismos de inteligencia para que registren todo tipo de datos personales –desde transacciones financieras hasta los libros solicitados en una biblioteca– de ciudadanos, turistas e incluso de quienes navegan por Internet, estén o no sospechados de tener vínculos con el terrorismo.

Cámaras, teléfonos celulares, tarjetas de crédito, computadoras, sitios y búsquedas online, el correo tradicional y los emails se convierten así en elementos con un doble uso social y fiscalizador, que permite obtener información de potencial importancia para la seguridad de la sociedad pero también hábitos de consumo propios de cada individuo.

El debate sobre el derecho a la intimidad, cada vez más vulnerado por las diferentes formas de vigilancia tecnológica operadas por los Estados y las empresas, ha dado origen a nuevas normas sobre protección de datos.

El derecho al control de la información sobre uno mismo se incorporó hace más de tres décadas a la Constitución de Portugal, país pionero en la materia, que ya en 1976 establecía que “todos los ciudadanos tienen derecho a tomar conocimiento de todo aquello que les concierna y se halle en registros informáticos y de la finalidad para la cual se destinan las informaciones”. En la Argentina, en el año 2000 se dictó la ley 25.326, cuyo objeto es “la protección integral de los datos personales asentados en archivos, registros, bancos de datos” para garantizar “el derecho al honor y a la intimidad de las personas”. La norma reglamenta también el recurso de habeas data, una acción de amparo que pueden interponer los ciudadanos para tomar conocimiento de los datos personales propios que figuran en registros públicos o privados y en caso de falsedad o discriminación, exigir su supresión, rectificación, confidencialidad o actualización.

Según la socióloga Susana Finquelievich, investigadora del Conicet y directora del Programa de Investigaciones sobre la Sociedad de la Información, no se trata solamente “del control por cuestiones de seguridad. Están también los tipos de control ‘marketinero’, para saber quiénes somos como consumidores. Se busca que todos nuestros gustos sean conocidos para ofrecernos qué podemos consumir al respecto. Las tecnologías han posibilitado y multiplicado ese control. Pero también se han vuelto inmanejables: muchos de nosotros no sabemos qué herramientas están siendo utilizadas para esto ni cómo hacer para contrarrestarlo”, explica.

Así, la presencia de las cámaras en un banco, en un comercio o en un edificio, los riesgos de intromisión que existen a través de Internet o la posibilidad de ser rastreados mediante el celular, se han naturalizado con el tiempo. “La gente está acostumbrada, lo ha incorporado a su vida –dice Finquelievich–, se lo olvida de vez en cuando, porque si no sería imposible vivir con la conciencia de una vigilancia continua”.

Te veo para que me veas

Fotologs, blogs, el reciente twitter, videos caseros publicados en YouTube, el resurgimiento del chat de la mano de los mensajeros instantáneos, son parte de otro fenómeno propio del uso de las nuevas tecnologías que se ubica en las antípodas del control social y comercial: mirar y ser mirado como modo de expresión, de relacionarse y de pertenecer.

“Hay chicos que se animan a expresar ciertas cosas de determinada manera mientras chatean o en el fotolog del amigo, del rival o de la chica que les gusta, más que si están en presencia física de esa persona”, señala la licenciada Patricia Alvarez, psicóloga, profesora adjunta de la cátedra de Psicopedagogía Clínica de la Facultad de Psicología de la UBA y directora del proyecto de investigación Nuevas Tecnologías: compromiso psíquico y producción simbólica de UBACyT.

“El fenómeno está muy arraigado en los jóvenes y adolescentes, pero no es exclusivo de ellos –aclara–. Yo no me animaría a generalizar: hay chicos a los que el uso de las nuevas tecnologías les habilita cosas que de otra manera estarían más inhibidos y chicos a los que no”.

Lucas Torresi es ingeniero y vive actualmente en Camboya. En 2003, antes partir de Rosario, creó un blog llamado Un rosarino en Vietnam con la idea de mantenerse en contacto con familiares y amigos. “A los pocos días me di cuenta de que lo visitaba otra gente y que muchos estaban interesados en ver cómo era la vida por estos lados, así que preferí limitarme a contar mis experiencias, anécdotas, mostrar algunos lugares, pero menos de mi vida privada”, explica.

Según Technorati, el Google de la blogosfera, hay actualmente 111,7 millones de blogs en el mundo que “suben” más de 250 millones de páginas con contenido a la red. Fotolog, líder mundial en servicios de fotoblogs, declara en su página principal tener 12.573.574 miembros de más de 200 países con un total 344.889.125 fotografías alojadas.

El hecho de ser gratuitos, sumado a la posibilidad de que los navegantes pueden dejar comentarios –que los responsables de cada sitio eligen aceptar o eliminar–, y a la opción de visitar los blogs o fotologs de los amigos de los amigos, transforman a estas bitácoras virtuales en herramientas sociales que permiten, además de mostrarse, construir verdaderas redes y comunidades online.

“Es una exposición limitada, no es que siempre están abiertos a todo el mundo –describe Finquelievich–. Y, salvo porque es electrónica, no difiere de la que se da cara a cara: en los grupos adolescentes hay mucha exposición personal ya sea real o imaginaria, y todo lo que no se dice generalmente en los marcos familiares sí se dice en el grupo”.

Zukerfeld agrega que “en Internet, a diferencia de la televisión, donde hay un único emisor y múltiples receptores que reciben un único mensaje, el emisor es permanentemente receptor y el receptor es emisor. Se da un cambio en los roles permanente”. Así, esta lógica propia de la red de redes se ha trasladado y modificado a la manera en que las audiencias se relacionan con los programas de televisión. El caso más representativo es el de los denominados reality shows y el auge del televoto, donde el observador influye con su decisión sobre los contenidos que consume.

A pesar de que estos tipos de programa podrían ser considerados previos a las nuevas tecnologías de la información –a fines de la década del 40 los recursos tecnológicos ya estaban disponibles, tal como señala Finquelievich–, resulta imposible dejar de reconocer que desde hace una década se explotan con éxito en todo el mundo diferentes formatos basados en la curiosidad que genera en el público la observación de la vida privada de los demás.

Si bien las versiones argentinas de los realities aún se consideran “suaves”, en otros países, como Holanda, cuna del formato, los participantes han sido exhibidos mientras mantenían relaciones sexuales, consumían drogas o incluso, en una de las versiones del Gran Hermano holandés, dando a luz en vivo.

Intercambio de roles

No existe una clara brecha entre los roles de observador y observado. El límite entre uno y otro se redefine de manera permanente y muchas veces, según el uso que se haga del mismo recurso tecnológico en diferentes situaciones a lo largo del día. Así, quien es observado por una cámara de seguridad puede convertirse en observador de imágenes generadas por una webcam con tan sólo pasar de un ámbito social a otro.

“El caso prototípico es el del teletrabajador, la persona que trabaja en un call center, que tiene el máximo nivel de control en su labor y que cuando sale y va a su casa, ejerce el control a través del televoto en el programa de Tinelli”, explica Zukerfeld. “Eso no quiere decir que todos tengan el mismo poder. El teletrabajador, obviamente, no tiene el mismo poder que el que lo controla ni que Tinelli”, aclara.

Pero así como la brecha entre roles es difusa y cambiante, tampoco es posible definir con claridad la línea que separa los conceptos de bien individual y de bien social, de lo privado y lo público.

“Las nuevas tecnologías nos están haciendo entrar a una nueva etapa constitutiva del capitalismo”, señala Zukerfeld. “Todas las categorías de la era industrial están en jaque, y una de ellas es la tensión individuo-sociedad”. Los derechos individuales, agrega, son “un invento del capitalismo, y hoy la privacidad pone en juego su relación con el bien social de una manera distinta a lo que ocurría antes. Las reglas jurídicas actuales funcionan para un auto, una fábrica o un terreno, pero no para estos bienes informacionales”

Gabriel Gil

Publicado en: Revista Acción del IMFC nro. 994, primera quincena de 2008.
Fuente: http://www.satvrosario.org.ar/web/tendencias.htm


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