08 enero 2008

Entrevista a Nelson Castro

Entrevista que le realicé al periodista Nelson Castro y que fue publicada en el nro. 2 de La Crujía Revista, correspondiente al mes de septiembre de 2006.

La verdad es que vi la nota citada en varios blogs e incluso en alguna gacetilla, por lo que me pareció que lo más lógico era postearla aquí también. Espero que sea de vuestro agrado.


A los 51 años, es reconocido por sus colegas y el público como uno de los periodistas más respetados y confiables de la Argentina. Conduce los programas Puntos de vista (Radio Del Plata), El juego limpio (TN) y Lo que el viento no se llevó (Radio Nacional Clásica). Desde septiembre de 2005 se desempeña como ombudsman –defensor de lectores– del diario Perfil y en noviembre de ese año publicó el libro Enfermos de poder, que trata los conflictos entre el poder y la salud a partir del análisis del caso de 10 presidentes argentinos. Premiado por su destacada labor tanto en el ámbito internacional –New York Festivals y Rey de España– como en el ámbito local –Martín Fierro, Konex, Broadcasting, entre otros–, Nelson Castro demuestra día a día que es posible ser ético y exitoso, aun trabajando para diferentes empresas periodísticas. Referencia obligada en materia de periodismo, la revista La Crujía lo entrevistó para conocer su visión sobre el presente y el futuro de la profesión en la Argentina.


En una encuesta realizada por el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), Ud. fue elegido por sus colegas como el periodista más prestigioso del país. ¿Este reconocimiento implica simplemente un halago o es además una responsabilidad?

No, son las dos cosas. Por supuesto que es un halago que yo siempre agradezco. Siempre el reconocimiento de los pares en cualquier profesión, mucho más del público, constituye uno de los objetivos que uno tiene en su profesión. Pero es una responsabilidad, por supuesto. Yo esto lo tomo como tal para seguir adelante con mi trabajo y sobre todo con mi involucramiento (remarca lentamente la palabra) en el espinoso tema de la defensa de las libertades, de la libertad de prensa para los periodistas, que es un tema muy problemático no solamente en la Argentina sino en el mundo.

En diferentes entrevistas Ud. contó que la vocación por la medicina y el periodismo era algo que tenía desde muy chico...

Así es, desde los 12 años. La vocación de médico surgió a los 12 años y la vocación de periodista a los 13. Yo iba a un colegio católico, Nuestra Señora de Luján, y allí teníamos un periódico escolar, y la verdad es que cuando me convocaron para trabajar de periodista enseguida me gustó. Realmente sentí que esa era una vocación que yo también tenía.

¿Y cómo fue llevando el desarrollo de ambas vocaciones?

Lo llevé muy bien hasta el año 94. El hecho de la notoriedad que empecé a tener en los medios hizo que la profesión médica se viera muy contaminada por eso. Y por lo tanto tuve que dejarla, porque yo notaba que la gente venía a ver al médico que estaba trabajando en radio y televisión, y eso generaba una demanda mucho mayor que no era totalmente genuina. Muchas veces me tocaba ver pacientes que estaban en manos de muy buenos colegas, muy bien tratados y a los cuales yo no tenía ninguna cosa diferente para decirles y que venían a mí por el hecho de que yo era conocido. Era un elemento contaminante que me generaba un problema ético que iba a ser más grave aún con el correr del tiempo. Por ende, ahí me di cuenta de que tenía que dejar la práctica de la medicina... lamentablemente...

Respecto de su labor actual como ombudsman del diario Perfil, ¿no le da miedo quedar en una posición de auditor o censor de sus colegas?

No, porque esa es mi función, así que no es que me da miedo, esa es la función. A mí me interesa mucho ser auditor. Soy efectivamente quien en representación de los lectores atiende los reclamos, con lo que significa eso como exigencia de transparencia para el diario. Entonces, mi función de auditor está basada en lo que los lectores opinan. La verdad es que es una tarea que yo creo que crecientemente se va a imponer en los medios de todo el mundo y que a mí me resulta fascinante porque hace a la transparencia periodística. Eso está muy claro, desde el principio quedó muy claro para todo el staff del diario. También soy un referente de transparencia para la gente que trabaja en el diario, por eso el conflicto sindical que tuvo Perfil lo conté yo. La página del ombudsman fue para que también los trabajadores del diario hagan escuchar su voz frente a los lectores, para que ellos explicaran cuál era el problema que tenían. Así que también ellos descubrieron lo que daba esa posición intermedia. Porquen si bien a mí me contrata el diario, yo soy independiente del staff de redacción y del staff editorial: tengo opinión propia y eso me da independencia. Y el ombudsman tiene peso cuando puede trabajar con total independencia. Yo estoy muy contento con eso y debo reconocer honestamente la buena actitud de Fontevecchia y la gente de Perfil de allanarse al peso que significa tener un ombudsman con la dinámica que yo le doy a este cargo.

Para ocupar ese cargo, ¿la condición elemental que debe que tener el ombudsman es la trayectoria?

La trayectoria pesa en cuanto a lo que, obviamente, podés generar, por eso tiene importancia y yo lo vivo como una responsabilidad. En general quien es el ombudsman es un periodista muy respetado, tanto por la comunidad periodística como por la gente. Entonces vos tenés un denominador común: sos un referente confiable para todos. Esa es la importancia de decir no cualquiera puede ocupar ese cargo, si es que lo va a ocupar en toda la dimensión y peso que tiene dentro del diario. Y el peso es enorme.

Ian Mayes, ombudsman de The Guardian, señaló que de los más de 20 mil medios de comunicación del mundo, sólo 80 tienen un defensor del lector. ¿Ud. cree que las empresas periodísticas se resisten a admitir ante el público que cometen “errores”?

Sí, por supuesto. Es una decisión empresarial de mucho peso también. No es casual que sean pocos los medios que tienen ombudsman. Incluso es una actitud del medio de mucha apertura, para lo cual tiene que tener una posición autocrítica muy fuerte. No todos tienen esa posición.

De uno a diez: ¿qué calificación le pondría al estado de la libertad de expresión en la Argentina?

En términos generales le pondría entre seis y siete.

¿Es el peor momento desde 1983?

No, ha habido malos momentos. Con el menemismo hubo malos momentos. Con (Raúl) Alfonsín también hubo cosas malas. Un momento ideal no hubo. Por supuesto que siempre se vive cada momento como el más duro, pero el menemismo fue también muy duro. Y el alfonsinismo también fue duro, con la prensa, con los medios en manos del Estado y demás. Nunca logramos el ideal en Argentina. Por supuesto que estamos mejor que durante la dictadura, eso es indiscutible, pero nunca nos acercamos al ideal.

¿Y al interior del país que nota le corresponde?

Peor, es peor. Yo le pondría una calificación deficitaria, porque ahí el peso del poder político sobre los medios se sufre mucho más. Y esto abarca todas las corrientes políticas: desde (Jorge) Sobisch hasta (Juan Carlos) Romero, (Alberto) Rodríguez Saá, etc. Es un problema cultural de mucha dirigencia política que hoy tenemos en la Argentina.

Jugando con el título de su libro, algunos integrantes del Gobierno ¿están enfermos de poder?

Como todos. Kirchner es un enfermo de poder (remarca el de) y del poder. Como la mayoría de los políticos en la Argentina y en el mundo. El poder produce una transmutación de la persona, que se desespera por ese poder y ata su vida a ese poder.

Respecto de la situación de presión que tuvo en la radio, ¿volvió a recibir llamadas por parte de algún ministro u otro integrante del Gobierno?

Nunca tuve ninguna llamada. Sé que hicieron conocer a algunas autoridades de la radio el enojo que tenían tanto con (Jorge) Lanata como conmigo. Yo no recibí ninguna llamada, y además no atiendo llamadas de ningún funcionario.

¿De ninguno?
Yo no atiendo a ningún funcionario en privado. No atiendo absolutamente a ningún funcionario.

Ud. ha logrado mantener su independencia –y coherencia– como periodista trabajando en medios tan distintos como TN (grupo Clarín), diario Perfil (editorial Perfil) o Radio del Plata (Marcelo Tinelli). ¿Cree que podría manejarse con la misma libertad si no fuera Nelson Castro?
Por supuesto que el ser Nelson Castro hoy me garantiza la libertad que tengo en cualquier medio. El problema que yo tengo es qué les pasa a los que no son Nelson Castro, o uno de los otros nombres del periodismo, Magdalena (Ruiz Guiñazú), (Jorge) Lanata, (Horacio) Verbitsky, (Santo) Biasatti o (Joaquín) Morales Solá. Veo con mucha preocupación lo que viene para las próximas generaciones porque por supuesto que para llegar a ser un nombre uno necesita tiempo y hoy ese tiempo los chicos no lo tienen.

¿Y si no tuviera esta libertad?

Sin esta libertad sería muy difícil trabajar y seguramente... no sé si hubiera seguido trabajando de periodista.

¿Le han sugerido que trate o que deje de tratar algún tema?

Solamente dos veces y dije que no y seguí trabajando. Reconozco que tuve suerte. Hubo dos veces que pasó y dije: “Mire, yo no voy a firmar esto, por esto y por esto... y Uds. tienen derecho a ejercer esa opinión editorialmente”. Y lo entendieron. Siempre lo tomo como un estímulo para la gente joven para decir que hay que intentar por lo menos defender la posición de uno, hay que intentarlo. Después puede ocurrir que sea que sí o que no. Con esto no me considero con autoridad para ser juez de nadie. Yo lo intenté. Lo importante es que lo haya intentado.

Hoy en los medios, ¿se privilegia el entretenimiento sobre la información?

En algunas cosas sí, en otras no. Hoy, de todas maneras, muchas veces tenés que adecuar el contenido a lo que son los mensajes. (Marshall) McLuhan decía el medio es el mensaje. Hoy el ritmo de los medios es diferente a hace 30 años. Yo hoy hago un programa distinto al que hacía hace 10 años. Con el mismo contenido. La adaptación a los lenguajes creo que forma parte de una dinámica que tenemos que considerar.

¿Y esta adaptación justifica que se flexibilicen principios?

No, son dos cosas distintas. Vos podés adaptar y decir hoy un informe que antes te lo hacía en 10 minutos lo hago en 3. Tenés que ser mucho más riguroso en ver qué hacés. Tenés que reelaborar todos esos elementos pero con la misma premisa para que en esos 3 minutos estén presentes los 4 o 5 elementos fundamentales. Esto requiere una experiencia muy fuerte, implica capacitación, talento, pero de ninguna manera justifica una flexibilización.

Ud. contó que la mayoría de las normas y principios que aplica los incorporó a través de la beca del World Press Institute que realizó en medios de los Estados Unidos. En la Argentina, a nivel principios, ¿hay una falla en la formación profesional o en la formación general de los periodistas?

Bueno, se dan las dos cosas. Hay a veces una falla de formación profesional. La sociedad argentina tiene una laxitud para con los principios, y esto también cuenta. Es una combinación, y los medios, muchas veces, no son excesivamente cuidadosos de las normas. Así que es un cóctel. Por eso yo trabajo mucho, esto se lo transmito a los chicos y lo vivo mucho y lo expongo mucho, no para hacer una cuestión de vanidades sino para demostrar que los principios constituyen un elemento esencial en cuanto a la honestidad intelectual con la cual se hace periodismo.

¿Qué opinión le merece el tema de los periodistas, incluso del diario Perfil, que viajaron a Finlandia a visitar la planta de la empresa Botnia?

Yo lo critiqué porque ahí se violó un principio ético del diario, que fue que se viajó pagado por Botnia. No era malo que hubieran viajado; cuando yo quiero hacer una nota voy a hacerla a Botnia y demás. De ninguna manera es aceptable viajar pagado por la empresa sujeto de la nota y de la polémica. Eso es éticamente innecesario.

¿No merece un debate la posición de muchos periodistas que justifican que es la única manera que tienen de realizar la nota?

Por supuesto que merece un debate, y por supuesto que no comparto esa posición, porque obviamente la empresa puede usarlo. Y entonces, como yo le decía a alguien: “Bueno, pero entonces supongamos que no escribo a favor”; no importa, porque a lo mejor la empresa disfraza con vos a otros tres que sí les pagó y vos quedás en lo mismo. Son casos que en general en los países sajones esto no se acepta. Y yo tampoco lo acepto. Yo soy crítico y por eso hice ese nota crítica en Perfil.

¿Hoy se está transitando hacia una hiper profesionalización o hacia una precarización de la labor del periodista?

A veces bajo una hiper profesionalización lo que se disfraza es una precarización. Hay mucha precarización de la profesión. Y me preocupa mucho. Es increíble la paradoja: hoy casi todos los chicos egresan de universidades. Sin embargo, el nivel de preparación técnica y de conocimiento que tienen es en muchos casos horrible después de haber pasado cinco años por la universidad. Eso me preocupa enormemente. Yo lo que veo es que la base es muy floja. Eso genera todo un tema de quienes estudian periodismo... a mí me ha pasado muchas veces de estar en una facultad de periodismo donde los chicos no leen el diario. ¿Qué clase de periodistas vamos a formar?¿Cómo una facultad ha tomado durante 4 años a un alumno que no leyó el diario?. Estos son pilares que faltan y que por supuesto generan una endeblez en muchos profesionales que a mí me asusta.

¿En el contexto actual podría darse un caso como el de Judith Miller –periodista del New York Times que se negó a revelar sus fuentes ante la Justicia de los Estados Unidos– o como el de José Luis Cabezas?

(Piensa) Sí. Ese temor existe, pero no de ahora. Desde hace mucho tiempo. Te recuerdo que en la década del 90 el menemismo impulsó la llamada ley mordaza, que asemejaba los delitos de la prensa con el homicidio. Así que no es nuevo. Este peligro viene existiendo desde hace muchos años...

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