21 mayo 2006

Mis Aguasfuertes

No sé si debería cometer una vez más el error de empezarlo todo con una explicación. ¿Por qué? ¿Para quien? ¿Para qué? Absurdo esfuerzo el de intentar adelantarse a lo que no sucedió indica la razón, cobarde acción la de cubrirse frente a lo que puede llegar a pasar, recuerda la experiencia.

Y sin embargo, siento que a usted, a vos -qué dicotomía la de tutear o no tutear- le/te debo una explicación, al menos contarle/contarte por qué, para quien y para qué me tomo el atrevimiento de invocar el nombre del genial Roberto Arlt, por qué, por quien y para qué me abrazo a su concepto de Aguasfuertes para publicar estos cúmulos de palabras que me doy el lujo de llamar textos, por qué, por quien y para qué le/te hago perder algunos minutos de su/tu tiempo con estas líneas.

Desde que leí por primera vez las “Aguasfuertes porteñas” de Roberto Arlt quedé absolutamente fascinado con la idea de que todo está ahí, aquí, de que sólo es cuestión de salir a buscar, de asistir a esa escuela de la vida llamada calle, de caminar, de ver situaciones, personajes, lugares, maneras de ser, de actuar, que sugieren, que piden ser contadas.
Disfruto de ese placer de vagabundear. Sin rumbo, sin horas, sin regresos. Disfruto de ese placer de detenerme en medio de la vorágine cotidiana a mirar, de levantar la cabeza y observar las ventanas de lo que alguna vez fue la confiteria “El Molino”, el cielo recortado entre la aquitectura del siglo XIX de la diagonal norte, de bajar la cabeza y, como si el hecho de estar en “otra velocidad” me diera una mayor claridad, una mayor capacidad de observación, encontrarme con una realidad de apuros, sacos, corbatas, fast food, consumidores y consumidos, de malandras, fiacunes o squenuns pos-modernos, con una realidad que pide, que merece ser contada.

Y esa es la razón de ser de Mis Aguasfuertes, la de contar, la de compartir esas situaciones, esos personajes o las reflexiones que ellos generan, la de jugar con la sensación de que todo está ahí, aquí, a la vuelta de la esquina, la de mostrar, no de manera informativa, no como objeto de estudio, menos aún con la belleza y agudeza con la que lo hacía Arlt -sería una empresa demasiado utópica de mi parte-, que es posible que ud./vos/nosotros pueda/puedas/podamos reducir la velocidad, aflojar el nudo de la corbata de los sentidos y cambiar cinco minutos de locura cotidiana por cinco minutos del placer de vagabundear, al menos, por las palabras.

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