10 marzo 2010

Despertar en Itacaré

A veces el reloj biológico necesita de un despertador que lo saque del letargo, que rompa con la sinfonía monótona de la civilización, de la barbarie urbana.
En la jungla de cemento, duele sentir cómo el cuerpo involuciona, oyendo más a un aparato de mp3 que a la fisiológica voz de lo instintivo, de lo elemental.

Pero hay otras junglas. Y otros tiempos, que no están marcados por la rutina ni la vorágine. Hay otros ritmos, donde no es necesario correr sino dejarse llevar y sentir.
Allí, donde el río es vida y no el telón de fondo de un restaurant, donde la naturaleza salvaje y voluptuosa se deja acariciar pero no dominar, el tiempo tal como lo conocemos carece de sentido.

Ya no es necesario encontrar 15 minutos en la agenda para reír. No hay que asistir a cursos de teatro ni a psicólogos en búsqueda del niño interior. El cuerpo late, baila, duele, estalla, se estira y comprime con toda naturalidad, retomando una huella instintiva de millones de años. Se vive con la piel, los ojos, las manos, la boca. Los sentidos se desintoxican, se sacuden las capas de óxido civilizado de encima y lo elemental aflora. Y las voces son música. Y la sonrisa es un reflejo que se mezcla entre colores y un olor espeso que todo lo invade.

Allí, en el escenario de la selva, la vida se improvisa libremente. Se profesa con pasión el aquí y ahora. Las personas aman, odian, gritan, ríen, lloran, cogen, crecen, mueren. Y no hay gestos de protocolo. Y no hay que hacerse el tiempo para. Todo sucede allí, en ese instante que se vive como se siente.

Y de cara al empedrado, las casas y los corazones están abiertos para recibir lo que vendrá. Y los abrazos dan bienvenidas y dicen hasta luego, nunca adiós. Y entrada la noche, cuando el calor ofrece una tregua, todos se mezclan en la calle donde las voces, los cuerpos y las cervezas se suceden hasta la madrugada.

En estas junglas la gente duerme relajada entre sueños y mosquiteros. Sin miedo. No se preocupan por el día siguiente. La experiencia de su instinto les da certeza de que el sol y el reloj biológico los despertará justo cuándo la función comience otra vez...


* Escrito para El Fuego de Prometeo - http://elfuegodeprometeo-blusery.blogspot.com

1 comentario:

Blusery dijo...

Me da mucha alegría haber hecho que un Lázaro vuelva a escribir ;). Mi "Levantate y andá" tuvo su efecto. No sabés que identificada me siento con lo de la búsqueda del niño interior en un curso de teatro. Creo que el texto complementario a ese es: Cuando se pasa a la siguiente habitación :p.

Slds